Me gusta hablar con la gente del PP. En general son personas de lo más educadas y encantadoras. Suelo empezar por un tema que les suele gustar, la economía de mercado o economía capitalista. Les digo que me parece estupendo la capacidad de elección que tenemos, que es maravilloso que podamos elegir en qué supermercado queremos gastar nuestro dinero, qué marca de coche podemos comprar o qué colonia nos gusta más. Ante esta afirmación me dan la razón, diciendo que, en efecto es un gran privilegio.
Continúo argumentando en la misma dirección, les comento que, incluso en el caso de que ninguna de las soluciones que encontramos en el mercado nos convenza, tenemos la posibilidad de montar nuestra propia empresa, cubriendo así un posible vacío que pudiera existir. Ante esta idea todavía se emocionan más, la idea de la persona emprendedora les motiva enormemente.
El problema llega cuando les comento que si están de acuerdo en eso que les he dicho, por qué no lo cumplen. Extrañados me piden que me explique. Yo les hablo de los procesos autonómicos de reforma de estatutos y ellos, normalmente, abren los ojos como platos y no entienden nada. Yo les explico que la libertad de elección debiera llegar también a la ciudadanía para decidir qué administración quiere que les atienda. Al igual que yo decido a qué tienda ir en base a mis criterios personales (atención al público, precio, rapidez de servicio, etc.) debiera tener la misma libertad para decidir qué administración es la que más me conviene. Dado que la ciudadanía vota cada cierto tiempo unas opciones determinadas, y esas opciones tienen un programa político y unas ideas, entre las que se puede encontrar un mayor autogobierno, no veo por qué se ha de reprimir esa libertad, al igual que no se reprime la libertad de ir a una tienda u otra.
No sólo eso, y aquí es donde mis buenos amigos del PP (y algunos otros de otros partidos) se quedan espantados, les digo que al igual que se ve con buenos ojos al emprendedor que forma una empresa o se pone a trabajar de autónomo, no sé por qué se enfadan con la gente que quiere montar su propia administración fuera de la española, central o delegada. Al fin y al cabo esa gente opta por el camino más difícil, lo que los hace además de emprendedores, pioneros. Pero aquí ya no puedo seguir hablando, la buena gente del PP pierde su vocación neoliberal y saca su herencia de nacionalismo decimonónico, El Cid, Santiago Matamoros y Jiménez Losantos, optando por el monopolio nacional español a la hora de gestionar a sus ciudadanos, que haya gente que no lo acepte o lo quiera modificar no entra en sus principios, son personas “equivocadas” a las que hay que reeducar.
En fin, de todas formas no pierdo la esperanza de que algún día empiecen a ser más coherentes y la libertad de elección esté más allá de poder elegir entre un Alcampo y un Carrefour.
Continúo argumentando en la misma dirección, les comento que, incluso en el caso de que ninguna de las soluciones que encontramos en el mercado nos convenza, tenemos la posibilidad de montar nuestra propia empresa, cubriendo así un posible vacío que pudiera existir. Ante esta idea todavía se emocionan más, la idea de la persona emprendedora les motiva enormemente.
El problema llega cuando les comento que si están de acuerdo en eso que les he dicho, por qué no lo cumplen. Extrañados me piden que me explique. Yo les hablo de los procesos autonómicos de reforma de estatutos y ellos, normalmente, abren los ojos como platos y no entienden nada. Yo les explico que la libertad de elección debiera llegar también a la ciudadanía para decidir qué administración quiere que les atienda. Al igual que yo decido a qué tienda ir en base a mis criterios personales (atención al público, precio, rapidez de servicio, etc.) debiera tener la misma libertad para decidir qué administración es la que más me conviene. Dado que la ciudadanía vota cada cierto tiempo unas opciones determinadas, y esas opciones tienen un programa político y unas ideas, entre las que se puede encontrar un mayor autogobierno, no veo por qué se ha de reprimir esa libertad, al igual que no se reprime la libertad de ir a una tienda u otra.
No sólo eso, y aquí es donde mis buenos amigos del PP (y algunos otros de otros partidos) se quedan espantados, les digo que al igual que se ve con buenos ojos al emprendedor que forma una empresa o se pone a trabajar de autónomo, no sé por qué se enfadan con la gente que quiere montar su propia administración fuera de la española, central o delegada. Al fin y al cabo esa gente opta por el camino más difícil, lo que los hace además de emprendedores, pioneros. Pero aquí ya no puedo seguir hablando, la buena gente del PP pierde su vocación neoliberal y saca su herencia de nacionalismo decimonónico, El Cid, Santiago Matamoros y Jiménez Losantos, optando por el monopolio nacional español a la hora de gestionar a sus ciudadanos, que haya gente que no lo acepte o lo quiera modificar no entra en sus principios, son personas “equivocadas” a las que hay que reeducar.
En fin, de todas formas no pierdo la esperanza de que algún día empiecen a ser más coherentes y la libertad de elección esté más allá de poder elegir entre un Alcampo y un Carrefour.
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