miércoles, febrero 01, 2006

Conversaciones de Pub inglés


El otro día estábamos en un Pub, alrededor de unas pintas, un grupo de amigos. En un momento dado de la conversación empezamos a hablar de temas políticos, surgiendo la cuestión del Estatut catalán. Yo dije que el PP se tomaba las cosas por la tremenda, algo lícito si estás en la oposición política, pero que en este caso concreto se estaba sacando el tema de madre. Intenté ejemplificar mi posición con lo que diariamente vemos aquí donde estamos residiendo, Inglaterra. Comenté que en España cada vez que se hablaba de la posibilidad de que hubiera selecciones deportivas propias se montaba la Dios es Cristo, cuando aquí se ve con toda normalidad que Gales, Escocia, Irlanda del Norte e Inglaterra tengan su propia selección de fútbol o rugby, que nadie decía, como en España, que ese iba a ser el fin del Reino Unido. No sólo eso, algunos bancos escoceses emiten sus propios billetes, es decir, el Banco de Inglaterra no tiene la exclusividad de fabricación de la libra esterlina, y en esos billetes se pueden ver distintos personajes famosos escoceses, no está la omnipresente reina de Gran Bretaña de los billetes del Banco de Inglaterra. ¿Qué pasaría si ahora se le diese a La Caixa la potestad de emitir billetes? Supongo que, de nuevo, los sempiternos profetas del fin de la unidad de España dirían que es el acabose.

Ante estos ejemplos mi amigo concedió que quizá al Pueblo español le hacía falta un poco más de tiempo para asimilar de forma natural lo que aquí en Inglaterra no genera ningún problema de convivencia. Aunque yo creo que, sobre todo, han de madurar algunos políticos. Después mi amigo añadió que sí que veía una diferencia, y es que él decía notar un gobierno fuerte en el Reino Unido, mientras que el español le parecía débil.

Esto segundo me hizo pensar algo más. Por un lado el término “debilidad” es ambiguo. Para el PP y parte de sus seguidores el actual gobierno puede ser débil, pero otra parte de la población puede pensar que simplemente tiene cintura política y es dialogante con los que no piensan como él. Y claro, todo dependerá del criterio de cada cual y de los medios de comunicación que se quiera creer para pensar una cosa u otra. Ahora bien, ¿estamos hablando de gobiernos fuertes o de Estados fuertes? Viendo la cuestión desde otro punto de vista podemos pensar en los distintos gobiernos franquistas. ¿Eran la representación de lo que llamaríamos un “Estado fuerte”? No cabe duda de que para mucha gente el franquista aparte de un Estado dictatorial, era también un Estado fuerte. ¿Lo era? Si decimos que sí, cabría preguntarse por qué 30 años después la cosa parece tan diferente. No, el Estado franquista no era fuerte, no tenía un bien articulado y, sobre todo, bien desarrollado cuerpo funcionarial que llegara hasta el último recodo del territorio, conociéndolo y articulándolo. El régimen político anterior no era fuerte, era rígido, que es una cuestión bien diferente y que no hay que confundir con fortaleza. Y era rígido porque tenía un amplio sistema policial, militar y de represión, pero no tenía ni unos servicios sociales, ni una educación, ni una sanidad, ni una red de infraestructuras mínima. El único aparato estatal que sí que llegaba hasta el pueblo más pequeño era la Guardia Civil, y eso tendría que hacernos pensar un poco.

Con la llegada de la democracia el Estado comenzó a construir ese aparato estatal, si repasamos las hemerotecas veremos como las gentes de derechas (principalmente) criticaban ese crecimiento de la res publica, cuando lo único que estaba haciendo era fortalecer el tejido estatal más allá de las labores policiales y de control de la población. Pero no nos podemos olvidar de que a la par las administraciones autonómicas estaban creando su propio cuerpo funcionarial, duplicando en ocasiones los servicios prestados. Se entró en una dinámica estúpida, las autonomías de la vía rápida tenían unas competencias que no poseían las de la vía lenta (o la vía de los tontos, como se llamaba). Así que el gobierno central prestaba unos servicios en unos territorios pero no en otros. Es más, para una parte de la clase política la cesión de competencias en vez de verlo como un proceso de optimización de los medios y de aplicar el principio de subsidiaridad, era visto como una cesión de soberanía que suponía la pérdida de poder de España, con lo que se trataba de torpedear dicho proceso. Y aquí topamos con otra de las ironías o contrasentidos de esta posición, el Estado ciertamente cede en materias que antes ejercía en exclusividad, pero lo hace a favor de los territorios que conforman el propio Estado y el propio país para que éste en su conjunto funcione mejor, ¿cuál es el problema? El problema, me dirán algunos, es que con eso se favorece los procesos separatistas. Y esa afirmación no se sostiene bajo ningún concepto, Aragón con menos competencias, tiene más voto nacionalista que el País Valenciano, que tiene más competencias transferidas.
Ahora, después del “café para todos” que se intentó hacer en los noventa, estamos en otro debate autonómico, como hace 10 años, como hace 20 años, como hace 30 años y como se estuvo debatiendo en la oposición política en la clandestinidad durante los casi 40 años de dictadura. Hay que tener claro que cada generación necesita su propia constitución (como dijo Jefferson) y que los temas que traten sobre la articulación territorial siempre van a suscitar polémica, pero aparte de eso, viendo como es este un tema más que recurrente en la política hispana, habría que exigir a los políticos un mínimo de apertura de miras y que se encarara un debate serio y mesurado, que cambiara las bases de la actual organización territorial. La constitución de 1978 sigue funcionando en muchas de sus partes, pero si hay algo claro es que la solución que se dio al articulado territorial no está contentando a los países y territorios que conforman España. Y si no se cambia dentro de otros 10 años se volverán a tener estas discusiones, sólo que en vez del estatuto catalán se hablará del asturiano o del aragonés.
Me temo no obstante que mientras la dirección del PP no baje del monte y los voceros mediáticos sigan pescando a río revuelto, nada se conseguirá.
Al menos yo tengo la suerte de poderme relajar de la crispación que me llega a través de los mares en el Pub, tomándome una pinta de cerveza mientras veo a la selección nacional de rugby escocesa jugar contra la selección inglesa.

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