Hoy, mientras yo criticaba a mi madre mientras veía cómo se manteaba, lanceaba, arponeaba, se clavaba una espada, descabellaba y finalmente se apuntillaba a un toro, en horario infantil y desde una televisión pública (Antena Aragón), ella me ha soltado un argumento que ya había utilizado yo en otras ocasiones.
Me ha dicho que entendía que una turista que fuera por primera vez a ver una corrida de toros terminara vomitando, ya que al fin y al cabo ella se había acostumbrado desde pequeña a ir a las plazas puesto que su padre era taurino y se encargaba de organizar ese tipo de actividades en su pueblo. A esto el toro agonizaba tras 4 ó 5 intentos de descabello por parte del “maestro” y el subalterno tomaba el relevo y trataba de apuntillar sin mucho mayor acierto. En esto del toreo hay que hablar con propiedad, no es lo mismo el descabello que el apuntillado, aunque ambas prácticas sean de lo más desagradable de ver. No miento, si alguien tiene curiosidad que busque la grabación de la corrida de Balbastro del 8 de septiembre.
Volviendo al argumentario, es cierto, los seres humanos nos acostumbramos a casi cualquier cosa, los soldados del frente en la segunda guerra mundial se acostumbraron a ver seres humanos corriendo sin cabeza, soldados con los vientres abiertos, ratas y perros salvajes alimentándose de los que hasta hacía un momento habían sido sus compañeros, personas convertidas en teas humanas que gritaban hasta que el cuerpo quedaba totalmente carbonizado, gente huyendo de una zona bombardeada corriendo sobre la cabeza de los fémures asomando entre jirones de carne y uniforme o de niños aplastados bajo las orugas de un tanque. Para esos soldados estas y otras circunstancias eran “normales”, aceptarlas era no caer en el abismo de la locura y de la sinrazón.
Pero yo no sé por qué en la sociedad en la que vivimos, donde la mayoría de gente escasamente puede aguantar ver a un perro con la cabeza aplastada en medio de la carretera (situación relativamente normal), como esa “mayoría social” acepta el ver en la televisión el derroche de sangre que supone una corrida de toros, más cuando las películas de terror (donde hablamos de fantasía) se ven relegadas a la noche, al territorio horario “adulto”.
Algo funciona mal en esta sociedad cuando se acepta la crueldad como norma, dejando que desde pequeñas las niñas se acostumbren a ver cómo la sangre corre por el ruedo.
Me ha dicho que entendía que una turista que fuera por primera vez a ver una corrida de toros terminara vomitando, ya que al fin y al cabo ella se había acostumbrado desde pequeña a ir a las plazas puesto que su padre era taurino y se encargaba de organizar ese tipo de actividades en su pueblo. A esto el toro agonizaba tras 4 ó 5 intentos de descabello por parte del “maestro” y el subalterno tomaba el relevo y trataba de apuntillar sin mucho mayor acierto. En esto del toreo hay que hablar con propiedad, no es lo mismo el descabello que el apuntillado, aunque ambas prácticas sean de lo más desagradable de ver. No miento, si alguien tiene curiosidad que busque la grabación de la corrida de Balbastro del 8 de septiembre.
Volviendo al argumentario, es cierto, los seres humanos nos acostumbramos a casi cualquier cosa, los soldados del frente en la segunda guerra mundial se acostumbraron a ver seres humanos corriendo sin cabeza, soldados con los vientres abiertos, ratas y perros salvajes alimentándose de los que hasta hacía un momento habían sido sus compañeros, personas convertidas en teas humanas que gritaban hasta que el cuerpo quedaba totalmente carbonizado, gente huyendo de una zona bombardeada corriendo sobre la cabeza de los fémures asomando entre jirones de carne y uniforme o de niños aplastados bajo las orugas de un tanque. Para esos soldados estas y otras circunstancias eran “normales”, aceptarlas era no caer en el abismo de la locura y de la sinrazón.
Pero yo no sé por qué en la sociedad en la que vivimos, donde la mayoría de gente escasamente puede aguantar ver a un perro con la cabeza aplastada en medio de la carretera (situación relativamente normal), como esa “mayoría social” acepta el ver en la televisión el derroche de sangre que supone una corrida de toros, más cuando las películas de terror (donde hablamos de fantasía) se ven relegadas a la noche, al territorio horario “adulto”.
Algo funciona mal en esta sociedad cuando se acepta la crueldad como norma, dejando que desde pequeñas las niñas se acostumbren a ver cómo la sangre corre por el ruedo.
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