La lluvia caía destiñendo la ciudad, los sueños se convirtieron en un espejo roto y mi alma lloraba, porque aunque no se había enterado cuando ni por qué, sabía que había sido fulminada por un rayo. Lo inmaterial se hizo tangible y mis ojos se negaban admitir la realidad.
Caminando entre la espuma que dejaban las olas fui perdiendo mi rastro, y al poco no sabía tampoco hacia dónde iba. Sentí la añoranza de tiempos que no estaba seguro si había vivido, pero que me daban calor en la fría noche. Finalmente, tras hablar entre sollozos con la luna, descubrí que mis lágrimas eran igual de saladas que el mar que tenía a mis pies. Sólo entonces comprendí que para poder disfrutar de un mar, se necesita haber llorado infinitas veces.
Caminando entre la espuma que dejaban las olas fui perdiendo mi rastro, y al poco no sabía tampoco hacia dónde iba. Sentí la añoranza de tiempos que no estaba seguro si había vivido, pero que me daban calor en la fría noche. Finalmente, tras hablar entre sollozos con la luna, descubrí que mis lágrimas eran igual de saladas que el mar que tenía a mis pies. Sólo entonces comprendí que para poder disfrutar de un mar, se necesita haber llorado infinitas veces.
2 comentarios:
Niiiiiiiiiiiiiiiiiño, m'as ponio tierna con esas palabras
¿Tierna? ¿Como un ternasco? Uuuuuummmm, ¡deliciosa!
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