viernes, octubre 08, 2010

¿Pero esto qué es?


Como recordaba Bizén Fuster en su último artículo:
Las inversiones públicas en infraestructuras se presentaban hace ahora justo un año como la solución que desde las administraciones públicas podía emprenderse con garantías de éxito. Se decía -con buen criterio- que así se impulsaba la economía, se mantenía y se generaba empleo, se recaudarían más en impuestos, se recuperaría el sector de la construcción, el consumo de los ciudadanos y se emprendería el camino de la recuperación. Y creo que todos estábamos de acuerdo. Un año después se dice y se hace lo contrario: recortes, reprogramaciones y tijeretazos por doquier en nombre de la reducción del sacrosanto déficit público.
Y bien que se están sintiendo esos recortes y más que se sentirán, pero no sólo en infraestructuras, en la práctica totalidad del gasto del Estado, desde defensa, pasando por sanidad o educación y llegando a las pensiones.

Todo se recorta, ¿todo? no, hay partidas que hay que seguir manteniendo contra viento y marea, como las que apoyan todo el entramado bancario, el FMI lo ha dejado muy claro,

El FMI advirtió de que el riesgo en los mercados de los países ricos ha aumentado desde abril y aseguró que el sistema financiero es el «talón de Aquiles» de la recuperación económica, sobre todo por el próximo vencimiento de la deuda billonaria que atesoran los bancos. Su receta sigue siendo la ayuda a los bancos para su recapitalización y reconoce que la intervención estatal ha traspasado el riesgo del sector privado al público.

Llegamos a la situación absurda que Martin Luther King ya condenó en su tiempo, estamos en un contexto donde se aplica el comunismo para los ricos y el capitalismo despiadado para los pobres (
"Socialism for the rich and rugged free market capitalism for the poor.").

Los dictados de la política económica están en manos de personas que han propiciado su caída, dicen, o nos dais más dinero o esto se vuelve a liar. Recuerdo en mi viaje a Vietnam, coincimos con un grupo de malasios y el trabajo de uno de ellos era especular. Me decía que lo sentía, pero que cuando oía noticias negativas sobre la economía europea su trabajo se simplificaba y ganaba mucho dinero y fácilmente, ya que sólo tenía que dar órdenes de vender euros y comprar otras divisas más fuertes. Él era un eslabón diminuto, por lo que me contó su sueldo no era espectacular, porque aunque le permitía ir a un país barato en Asia como Vietnam, ni en sueños podría pagarse unas vacaciones en Australia, por ejemplo. Al principio me cabreé con él y su trabajo, pero luego racionalicé y pensé que es lo que toca en un sistema capitalista, un sistema que con la excusa de la crisis quiere hacerse más libre y menos controlado, quiere que los Estados paguen por sus errores y de momento lo está consiguiendo. La culpa no está en un gris currela de Yakarta, la culpa recae sobre todas nosotras, por asumir y permitir.

Pero a pesar de que soy consciente de todo esto y de lo difícil que es luchar contra el monstruo, en ocasiones, cuando comprendes como funciona nuestro mundo, me entran ganas de gritar al estilo de Matías Prats hijo. Aunque no sirva de mucho, aunque sólo me sirva de desahogo.


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