lunes, octubre 05, 2009

Impuestos







En la liberal Gran Bretaña, como mucha gente sabe, pero no todo el mundo, se ha de pagar un impuesto por ver la televisión. Aquí la gente se rasga las vestiduras en cuanto se habla de subida de impuestos.

Me gustaría que hubiera un partido político que hablase sin tapujos de la subida de impuestos para una posterior redistribución, no me importaría que el 50% de mis ingresos fuesen recaudados como impuestos si a cambio tuviéramos una sanidad mejor, una educación mejor, una política de vivienda mejor, un apoyo a los medios de transporte públicos decidido y, en definitiva, una serie de servicios que no dejasen desamparados a aquellas que poco o nada tienen.

Esta aversión general de la gente se basa en distintos factores, uno puede ser el egoísmo inherente de los seres humanos, ese que ha hecho del capitalismo el sistema mejor adaptado a nuestros instintos, pero otro factor muy importante es el de la desconfianza de la ciudadanía al "qué harán los políticos con esos dineros". Cierto es que la historia de gestión del dinero público no ha sido siempre muy brillante, en el franquismo el favoritismo y el nepotismo fueron moneda de cambio habitual en la administración pública, y eso dejó una impronta muy profunda que se ha ido solventando mediante la legislación y ciertas medidas de control. Parece que se llegó a un equilibrio entre unos impuestos mayores que el de la dictadura franquista, y menores que la media de los países de Europa occidental, y nadie parece querer moverse de ahí. Rebajas de impuestos cuando hay vacas gordas y subidas cuando hay vacas flacas, pero sin ganas reales de hacer reformas sustanciales que supongan un cambio real.

Y parte de este miedo al cambio no sólo está en la ciudadanía y su egoísmo genético, una parte importante de esa resistencia al cambio reside en la clase política. Por un lado el miedo a que "otros" (siempre habrá "otros") aprovechen para criticar y desgastar a quien tome una medida a priori tan impopular. Pero por otro lado me temo que existe el miedo a que la gente sea más consciente del dinero que paga y por ello más exigente y haya más control social sobre las decisiones de la res publica, a veces me temo que las que se encuentran al frente de las responsabilidades públicas muchas veces lo hacen con unos recursos escasos, haciendo esfuerzos que no siempre se ven recompensados, de tal forma que si alguna vez se presenta la ocasión de decidir algo que puede suponer un beneficio propio se vean más tentados a tomar una decisión que bordee la ley, "me lo merezco" pueden llegar a decir para autoconvencerse, además nadie tiene por qué enterarse, a nadie le importa lo que se haga en un discreto despacho, por donde por no pasar no pasa ni el técnico de mantenimiento.

Unos mayores recursos supondrían una mayor consciencia de la ciudadanía sobre lo que se hace con sus impuestos. Y eso es algo que no todos los políticos están dispuestos a aceptar.

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