El pasado 20 de noviembre Antena 3 emitió una recreación de los últimos días del dictador Francisco Franco, no lo vi entero, pero sí que zapeando cacé algún fragmento. Uno de esos fragmentos trataba sobre la conocida decisión de Franco de evitar a toda costa el triunfo de la marcha verde sobre el Sahara Occidental, dijo que no había llegado donde había llegado por haberse fiado de los moros (marroquíes). Sus órdenes fueron claras, minado de la frontera (con carteles que lo advirtieran) y soldados apostados para disparar al primero que pasase la frontera.
Después, cuando Franco estaba en sus últimos momentos, se incumplió esa orden y se malregaló el Sáhara y sus fosfatos a Marrruecos en los infumables acuerdos de Madrid de 1975, a cambio de poder faenar en los caladeros por 20 años, cosa que el reino alauita incumplió, demostrando que Franco tenía razón en lo de no fiarse de ellos. Pero lo malo no es que se regalara un territorio, lo malo es que se traicionó a un Pueblo. Y aquí el máximo responsable fue el entonces príncipe y hoy rey Juan Carlos de Borbón y Borbón.
Manda huevos que una de las decisiones acertadas del dictador no se cumpliera. A pesar de la complejidad internacional de la época y del apoyo de los EEUU a Marruecos en esa marcha (EEUU ese gran aliado de Europa) la decisión de Franco era la correcta. En cuanto 2 ó 3 personas de la marcha se hubieran adentrado en la zona de minas y hubiesen saltado por los aires hechas jirones la marcha se hubiera detenido. ¿Dolorosa decisión? Quizá, pero más sufrimiento y más muertes ha provocado la decisión española de salir del Sahara Occidental con el rabo entre las piernas.
Hoy y siempre, ¡Sahara libre!
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