jueves, septiembre 08, 2016

Ortografías, una visión política




La lengua es y ha sido siempre una herramienta de poder, como cualquier herramienta puede ser utilizada para el bien o para el mal. Si hacemos un rápido repaso histórico comprobaremos que el poder siempre ha tratado de sacar el máximo de ventajas de esta herramienta.

Si vamos al referente europeo más cercano la escritura surge en Oriente Próximo, fue una forma de comenzar a organizar las sociedades cada vez más complejas y las primeras ciudades que surgieron con la expansión de la agricultura y la ganadería. El rey y los sacerdotes (en muchas ocasiones eran uno solo) necesitaban tener un recuento de sus posesiones, de los impuestos, necesidad de legislar sobre cada vez más personas, se asume que de representaciones ideográficas se pasó a la escritura (cuneiforme en este caso).

Pronto los que eran capaces de escribir y hacer cálculos matemáticos se convirtieron en personas imprescindibles para el mantenimiento de las cada vez más complejas sociedades, alcanzando una preeminencia mi clara. La escritura era una herramienta fortísima, tanto que los que tenían al poder (realeza y sacerdotes) la guardaron para sí. Los ejemplos más claros (por mejor documentados) son los de los escribas egipcios.

La administración tenía su código para organizarse y organizar el mundo, tenía el monopolio de lo que quedaba escrito y esa es un arma poderosísima, recordemos el viejo dicho de “la historia la escriben los vencedores”.

Aunque sí que hubo más personas con acceso a la escritura y la lectura (aunque habría que hablar de lugares y momentos concretos) realmente ni en el mundo griego ni el en el romano hubo una expansión masiva de estas artes. Eso sí, si baja fue su importancia en estas épocas todavía bajó más el nivel con la llegada de la Edad Media a Europa. Y de nuevo los poderosos monopolizaron la escritura y el saber que se podía transmitir, en este caso la Iglesia católica principalmente, aunque de justicia es reconocer que en la Península Ibérica musulmana fue algo distinto.

La Iglesia es el más claro ejemplo de cómo siempre intentó alejar el conocimiento de las masas, recordemos que hasta el Concilio Vaticano II (años 60 del siglo pasado) la misa se seguía realizando en latín y la interpretación de la Biblia por fuerza había de pasar por las personas adecuadas. Allí los países protestantes salieron ganando, la mera concepción de que cada persona era capaz por sí misma de interpretar las Sagradas Escrituras significaba que primero se traducía del latín a la lengua vernácula y que a su vez tenías que aprender a leer y escribir en tu propio idioma.

A día de hoy son muy habituales las jergas, es decir, el lenguaje específico de profesiones y oficios. Uno de los ejemplos más claros es la jerga propia del derecho, aquella que es muy difícil de entender a no ser que estés muy iniciado en ese ámbito. Dejando de lado que cada profesión ha de tener su propio vocabulario y expresiones, está claro que la jerga de los abogados busca la exclusividad y que los profanos no puedan meterse en sus asuntos. El propio lenguaje administrativo es en ocasiones altamente críptico, aunque se ha mejorado en los últimos años, leer disposiciones oficiales de distintos organismos públicos supone un esfuerzo de comprensión lectora más que notable. ¿Alguien duda de que aparte de la propia complejidad de los asuntos esa jerga administrativa no viene de los tiempos cuando no interesaba que el pueblo entendiera lo que se hacía desde los gobiernos?

Y bien, vamos a la normativización de las lenguas, que incluye la ortografía y el tema de grafías. Voy a ir refiriéndome sobre todo al castellano porque es la lengua que desde el punto de vista de la normativización tiene una de las historia más largas y puede ser para la mayoría de nosotras algo más cercano.

Aunque podemos referirnos al castellano medieval y a Alfonso X de Castilla no quiero ir tan lejos, me gustaría comenzar con la Real Academia de la Lengua, fundada en 1713 por Juan Manuel Fernández Pacheco, VIII marqués de Villena y duque de Escalona, y de la cual formaron parte otros nobles señalados y eruditos. Desde el principio se propusieron  «fijar las voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza», pero claro, no nos extrañará que lo hicieran siempre desde una perspectiva elitista, la élite a la que pertenecían y a la que, lógicamente, no estaban dispuestos a renunciar. Pregunta retórica: ¿cómo creéis que iban a tratar a la lengua? ¿Cómo un instrumento para sacar a la mayoría del pueblo de su ignorancia y analfabetismo o como una herramienta a servicio del poder y para perpetuar a los poderosos?
Efectivamente, su objetivo fue limpiar, pulir y dar esplendor desde su elevada perspectiva. Y no nos equivoquemos, en la actualidad la mayoría de miembros sigue con la misma idea, solo hace falta hacer un repaso a quién es quién, qué defienden o también comprobar cómo, para esta institución las mujeres deben ser (en pleno siglo XXI) bastante inútiles en materias lingüísticas (en 300 años de historia ha habido 11 mujeres frente a más de 1000 hombres).

Los pedantes en la Antigua Roma gustaban de aspirar las haches, cuando ya todo el mundo había dejado de pronunciarlas, la RAE frente a las tradiciones escritas que recogían ‘omre o aver’ decidieron, viendo que en latín era homine y habere, ponerlas con hache, una grafía sin pronunciación desde hacía casi 2000 años. En latín no había ‘v’ exitía la ‘u’ y aunque de nuevo la pronunciación era igual para la b que para la ‘u’ se decidió que vaca era con ‘v’ porque se escribía en latín ‘uacca’. Los imperfectos de la 1ª, que durante siglos, habían sido en castellano y se habían escrito con ava, cuando ya la distinción de las letras b/v no respondía a nada en la lengua, mandarían que se escribieran con aba, porque así se escribían en latín.

Y así con tomaron muchas decisiones, en ocasiones totalmente arbitrarias como la necesidad de acentuar la conjunción “ó”.  Pero todas estas decisiones tenían algo en común las realizaban hombres sin más ocupación que buscar formas de reglamentar la lengua para que esta fuera difícil y compleja de adquirir por la mayoría del pueblo.

Vamos a pegar un salto, vamos al anarquismo, como muchas veces esta ideología se adelantó mucho a su tiempo y dio una visión totalmente nueva. Podríamos hablar de la vinculación del anarquismo con el esperanto, que es muy interesante, pero quiero ir al anarquismo ibérico, que fue el más poderoso del mundo en el primer tercio del siglo XX. He ido encontrando escritos hechos por militantes anarquistas con una grafía muy particular, que buscaba ser lo más fonética posible. Desde el anarquismo se vio claro que las normas gráficas eran una herramienta del poder para alejar a los de abajo del conocimiento, igual que hacen los abogados con su jerga. No he encontrado más ejemplos en la red aunque me constan más escritos hechos por anarquistas que siguen este modelo, en este caso del libro Guerra y paz en España del anarquismo a la revolución interior, de Francisco Ibarrola Izurzu.

Creo que queda clara que esta grafía tiene una justificación no tanto lingüística como política.

Vamos a ver qué hicieron los bolcheviques con las lenguas (unas 130) que se encontraron en la Unión Soviética.

Escribe Yunus Decherievitch Decheriev, profesor de filosofía y jefe del sector de lingüística social del Instituto de Lingüística de la Academia de Ciencias de la URSS, y Vita Youzovna Mikhaltchenko, colaboradora jefe científica del Instituto de Lingüística de la Academia de Ciencias de la URSS:

“Después de la victoria de la Revolución de Octubre, se elaboró en el marco de la cuestión de las nacionalidades un programa basado en la total igualdad de todos los pueblos y de sus lenguas. En dicho programa se concedía una especial atención al papel de la lengua materna en la instrucción de las masas. Las resoluciones del X Congreso del PC(B) de Rusia (1921) sobre la cuestión de las nacionalidades fijaban las principales tareas de la lucha por la supresión de la desigualdad nacional de los pueblos. Esos documentos subrayaban particularmente la necesidad de desarrollar la enseñanza tanto de carácter general como profesional y técnica en la lengua materna (en primer lugar, para los kirghiz, los barchkires, los turkmenios, los uzbekes, los tadjiks, los azerbaidjaneses, los tátaros y los daghestanos), en vistas a una formación acelerada de cuadros locales, obreros cualificados y funcionarios de los Soviets y del partido en todos los campos de la gestión, y en primer lugar en el de la educación nacional.

Para llevar a cabo tales tareas, era preciso crear una escritura de las lenguas maternas que estuviera al alcance de todos y que pudiera servir de base a la enseñanza de los niños y de medio de lucha contra el analfabetismo de los adultos. De esta manera fue creada la escritura para 50 pueblos. Se trata principalmente del kirghize, del bachkire, del karatchaevo-balkario, del tuviano, del khakas, del evenk, del naneo, del evenio, del udmurte, del khantyi y otros. La creación de la escritura permitió organizar en las escuelas, y a veces en los centros de estudios superiores, la enseñanza en la lengua materna, lo que ayudó, a su vez, a liquidar el analfabetismo en los plazos históricos más cortos y llevar a cabo al mismo tiempo una verdadera revolución cultural.”
Lógicamente el modelo ortográfico e incluso el alfabeto que se utilizó fue el que fuera más sencillo, el objetivo político creo que esta vez también queda claro, que la cultura llegara a cuanta más gente mejor.

Estos planes chocaron posteriormente con políticas estalinistas de rusificación de las Repúblicas, pero esa ya es otra historia.

Bien, volviendo a nuestra vieja nación. El aragonés tiene un abanico de opciones en cuanto a grafías/ortografía se refiere. Se ha hablado mucho de cuestiones lingüísticas y se trata siempre de desligar lengua/cultura de política, pero si la historia nos muestra algo es que no se pueden entender una sin la otra. Yo tengo clara mi opción, quiero una lengua popular y cercana. No quiero que grandes ‘scientificos’ me expliquen que en el aragonés oriental de la Alta Ribagorza existían los archifonemas de oclusivas en fin de sílaba y que eso justifica no sé qué forma de escribir.

Y sí, me diréis que ahora el nivel cultural medio permite que la ortografía/grafía no necesite de ser simplificada, pero yo os diré dos cosas:

a)      El principio ideológico persiste, puedes afrontar la ortografía/gramática desde un punto de vista elitista o desde un punto de vista popular.
b)      Soy profesor de secundaria y bachillerato, de alumnos que tienen el castellano como lengua materna, en un centro que está por encima de la media en resultados de informe pisa que el resto de Aragón (Aragón a su vez está por encima de la media estatal) y la mayoría de gente fliparía con las faltas que encuentras en los alumnos de 2º de bachillerato. Y sí, yo estoy también (por principio político y pedagógico) a favor de una ortografía del castellano simplificada. Algo que tenemos (o teníamos) con el aragonés.

Yo tengo claro en qué lado de la historia estoy a la hora de apostar y defender una grafía, a veces me da la impresión que hay mucha gente que, desde mi punto están loablemente equivocados, apostando para el aragonés por lo mismo que fácilmente hubiera elegido Juan Manuel Fernández Pacheco, VIII marqués de Villena y duque de Escalona, pero eso sí, sin ser nobles ni vivir en el siglo XVIII pre revolución francesa.

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