Si defino a George W. Bush y a Dick Cheney como idealistas quizá mucha gente se extrañe. Pero sí, considero que lo eran y que con ellos acaba la era del idealismo en EEUU y, en parte, en el mundo. Lo cierto es que cuando se dice de alguien que es un idealista en general se tiende a formar una idea positiva de esa persona. Pero imaginemos a cualquiera de esos idealistas en el poder, imaginemos que aparte de idealistas son ingenuos y creen que una buena idea, por el mero hecho de serlo va a funcionar. Pensemos que quiere eliminar la contaminación producida por los coches y al poco de llegar al poder prohibe la venta y utilización de todo vehículo que tenga un motor de combustión interna. Hacer eso, de la noche a la mañana, crearía un caos que probablemente generase más mal que bien.
Ahora imaginemos que dos personas llegan a los puestos de más poder del mundo, son dos fervorosos cristianos, educados en un sistema que les ha hecho creer que lo que funciona en un sitio por fuerza funcionará en cualquier otro y que tienen la certeza de que han llegado al poder poco menos que por designio divino con el fin de mejorar el mundo. Imaginemos que por distintos motivos se ganan el favor popular y se les hace creer que van a estar en la cresta de la ola para siempre. Creo que se ven muchas papeletas para el fracaso en esa ecuación.
Bush y Cheney lo tenían claro, la democracia y la libertad de mercado triunfarían allí donde se implantaran, porque representan el progreso y el bien absoluto. Es más, si invades un país para eliminar a un sangriento dictador que ha llegado a gasear a su propia población, instauras un gobierno democrático y les compras el petróleo a precios de mercado, dicha población tendría que estar agradecida. Si la libertad de mercado ha creado el país y ha dado generado riqueza habrá que potenciarla al máximo, puesto que multiplicará su potencial.
Eso es lo que los dos idealistas pensaron, la realidad es otra cosa no obstante, y se han encontrado en el avispero de Irak, en Afganistán y con la mayor crisis económica desde los años 30 del siglo pasado. Es el peligro de poner a idealistas el frente de la más poderosa de las maquinarias políticas y militares que hay en el mundo.
No quiero echar por tierra el idealismo, yo mismo me considero una de esas locas que creen que el mundo puede ser cambiado para mejor. Así que matizaré un poco más.
Idealizar, el DRAE define este verbo de la siguiente manera: 1. tr. Elevar las cosas sobre la realidad sensible por medio de la inteligencia o la fantasía. Así que un idealismo pasado por el tamiz de la inteligencia ha de ser algo que toda dirigente ha tener siempre presente, sin dejar que la fantasía se apodere de esos principios.
Lo cierto es que la gente que tiene tomar decisiones importantes, tendría que encomendarse primero a Henry Alfred Kissinger, después a Martin Luther King e intentar tomar la decisión más adecuada. Desgraciadamente la realpolitik manda en la mayoría de casos, y quizá por eso Stalin sucedió a Lenin mientras León Trotsky murió salvajemente asesinado en el exilio.
Tras la era del idealismo, se abre paso la era de la esperanza. ¿Acaso nos queda otra cosa?
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