Ahora que he vuelto para tierras ibéricas me he encontrado con los entrañables reencuentros familiares, no lo digo como queja o con ironía, la verdad es que me gusta y disfruto de mi familia. En una de estas comidas se empezó a hablar de la política lingüística de Cataluña. Es curioso, he estado en múltiples ocasiones en Cataluña, por cuestiones políticas y por cuenta de la familia de mi parte contratante y nunca he oído hablar más de 3 minutos seguidos sobre temas lingüísticos, es decir, que ni entre la clase política independentista (que es con la que me he relacionado) ni entre la gente catalana de a pie (“catalanes de toda la vida” e inmigrantes e hijos de inmigrantes de otras partes del Estado) el tema lengua es algo visto como conflictivo y/o problemático. Así que siempre me parece interesante observar las pasiones que suscita fuera del propio territorio supuestamente problemático. Y hablo de “pasiones” porque uno de mis tíos, al que quiero profundamente, elevó el tono de voz de una forma que jamás le había visto elevar. Fue cuando traté de decir que el tema de la rotulación de comercios (que fue el que desató la polémica) era una ley aprobada democráticamente y que si esa ley era injusta o no ajustada al Estatut o la Constitución siempre se podría recurrir. Que las leyes que se aprueban no siempre nos han de parecer justas, pero que siempre está la posibilidad de luchar para cambiarlas, como se hizo con la ley del servicio militar o como se hizo con el proyecto del trasvase. Y si no hay un movimiento fuerte en contra de dicha ley no será tan catastrófica como parece.
Pero bueno, dejé ahí la conversación puesto que no quería ser el que por temas de política rompiera el clima agradable de la comida. Pero claro, luego le das vueltas a estas cosas, y lo que es peor, te das cuenta de que tienes un blog para poner en el mismo lo que piensas y cavilas. Y he estado pensando acerca de la lengua castellana, lengua que me encanta y que procuro cultivar siempre que puedo. Y rumiando sobre todo un poco me he preguntado qué es peor, que una ley catalana no permita poner el rótulo de un comercio exclusivamente en castellano o que la mayoría de alumnos de los institutos de Madrid hablen peor su lengua materna que un campesino nicaragüense, porque recuerdo cuando el huracán Mitch las entrevistas que hicieron a los habitantes del medio rural centroamericano y recuerdo y veo cómo hablan los jóvenes que de vez en cuando aparecen en las noticias por distinto motivos. Me pregunto qué será peor, que el euskera sea cooficial en zonas donde éste se había perdido en beneficio del castellano o que la gran mayoría de universitarios españoles no sepan qué es por ejemplo un ‘guajiro’.
Por lo que yo he visto, experimentado y palpado el castellano en Cataluña no está ni mejor ni peor que en Madrid (por desgracia). Y es que este es un tema aparte, si el castellano no está mejor en Cataluña no es por el catalán, de hecho todas las lenguas latinas son complementarias y ayudan en gran parte a comprenderse las unas a las otras, lo dicen los expertos y lo he comprobado yo, que aparte de castellano hablo aragonés y catalán. Pero desde determinados sectores políticos (y ahí está el gran mal, la mezcla de la cultura y la política rastrera) prefieren ver como algo negativo que a la gente de Cataluña se le escape el “de” partitivo cuando hablan en castellano y no se preocupan cuando otros dicen cosas como “ejjjque tío, esa ejjcalera mola mazo”.
Para terminar decir que las lenguas en esencia son algo cultural. Es decir, a igualdad de condiciones una persona que hable un idioma más que la otra será más culta y por ende tendrá una visión del mundo que le rodea más completa.
Pero bueno, dejé ahí la conversación puesto que no quería ser el que por temas de política rompiera el clima agradable de la comida. Pero claro, luego le das vueltas a estas cosas, y lo que es peor, te das cuenta de que tienes un blog para poner en el mismo lo que piensas y cavilas. Y he estado pensando acerca de la lengua castellana, lengua que me encanta y que procuro cultivar siempre que puedo. Y rumiando sobre todo un poco me he preguntado qué es peor, que una ley catalana no permita poner el rótulo de un comercio exclusivamente en castellano o que la mayoría de alumnos de los institutos de Madrid hablen peor su lengua materna que un campesino nicaragüense, porque recuerdo cuando el huracán Mitch las entrevistas que hicieron a los habitantes del medio rural centroamericano y recuerdo y veo cómo hablan los jóvenes que de vez en cuando aparecen en las noticias por distinto motivos. Me pregunto qué será peor, que el euskera sea cooficial en zonas donde éste se había perdido en beneficio del castellano o que la gran mayoría de universitarios españoles no sepan qué es por ejemplo un ‘guajiro’.
Por lo que yo he visto, experimentado y palpado el castellano en Cataluña no está ni mejor ni peor que en Madrid (por desgracia). Y es que este es un tema aparte, si el castellano no está mejor en Cataluña no es por el catalán, de hecho todas las lenguas latinas son complementarias y ayudan en gran parte a comprenderse las unas a las otras, lo dicen los expertos y lo he comprobado yo, que aparte de castellano hablo aragonés y catalán. Pero desde determinados sectores políticos (y ahí está el gran mal, la mezcla de la cultura y la política rastrera) prefieren ver como algo negativo que a la gente de Cataluña se le escape el “de” partitivo cuando hablan en castellano y no se preocupan cuando otros dicen cosas como “ejjjque tío, esa ejjcalera mola mazo”.
Para terminar decir que las lenguas en esencia son algo cultural. Es decir, a igualdad de condiciones una persona que hable un idioma más que la otra será más culta y por ende tendrá una visión del mundo que le rodea más completa.
2 comentarios:
Animo por o tuyo blog, ¡a plantar fuerte!
http://daroca-lorien.blogspot.com
Ola Luis,
Grazias por o tuyo comentario, continaremos!
Florencio
P.S. Majo lo tuyo blog tamién
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