Los términos "hispanchista" e "hispanchismo" son unos neologismos recientes y peyorativos que han surgido principalmente en debates políticos en redes sociales y medios de comunicación en España, especialmente en círculos de la derecha y la extrema derecha. No es un concepto académico o histórico establecido, sino una crítica interna a ciertas posturas ideológicas.
"Hispanchismo" es una deformación intencional de "hispanismo", es decir la idea de "hispanidad" como comunidad cultural compartida entre España y los países de habla hispana, promovida desde el siglo XIX por figuras como Ramiro de Maeztu y que durante el franquismo se utilizó como eje ideológico. El sufijo "-chismo" (de "panchitos") lo convierte en un insulto que implica una visión degradada de la hispanidad. Apareció en discusiones en X (Twitter) y artículos de opinión en el verano de 2025, como en La Gaceta o Vozpópuli, donde se critica a quienes defienden la inmigración de América Latina como "hermanos culturales" en detrimento de una identidad española "pura".
Usan este término los sectores de la extrema derecha identitaria o "nacionalista étnica" (autodenominados "hispanazis" o "identitarios"). Ven el "hispanchismo" como una traición a la "españolidad pura" (europea, cristiana, no mestiza). Argumentan que la verdadera hispanidad histórica era "llevar España a América" (civilización, lengua, catolicismo), no "traer América a España" vía inmigración descontrolada. Critican que esto ignora problemas reales como la saturación de servicios, bajos salarios, vivienda y delincuencia asociada a la inmigración irregular, independientemente del origen.
Los críticos del "hispanchismo" insisten en que no hay diferencia sustancial entre la inmigración de Latinoamérica y la de países musulmanes o africanos en términos de impacto: ambas generan sobrecarga en el Estado de bienestar, competencia laboral, delincuencia y erosión cultural.
Y aquí entran PP y VOX, es verdad que VOX ha mantenido un perfil bajo en lo que respecta a la crítica a la inmigración latinoamericana (la más numerosa en España si sumas todas las nacionalidades), centrándose en contra de la inmigración africana y musulmana. Por un lado he pensado que la proximidad lingüística y cultural podían hacer de escudo frente al racismo y xenofobia de VOX, por otro, como soy malicioso, he pensado que las élites económicas de Venezuela y otros países latinos han comprado mediante lobbies y favores a la prensa digital de derechas y mandatarios de VOX para evitar la equiparación con otros inmigrantes.
En cualquier caso observo cómo el consenso dentro de la ultraderecha para excluir a los latinoamericanos de su retórica antiinmigración más feroz se está resquebrajando, y el término "hispanchismo" es la prueba clave de esa fractura interna.
Así que no es casual que Feijóo declarase el 25 de septiembre que desde el PP se primaría a los inmigrantes con afinidad cultural, es decir la inmigración latinoamericana.
Esto va a empujar a VOX a repudiar también a la inmigración latinoamericana si es que quiere separarse y diferenciarse del PP. Para los sectores más radicales y puristas de la base de VOX, cualquier concesión es una traición. Su ideario no se basa en matices culturales o históricos, sino en principios absolutos de soberanía, etnonacionalismo y control fronterizo estricto.
Así que quizá veamos al PP defendiendo la inmigración latina por oposición a la africana y musulmana para quitar a VOX ese sector del voto conservador que pueda tener esa visión (aparte de intentar asegurarse el voto de los latinoamericanos con doble nacionalidad residentes en España que podrían ser alrededor de 1 millón y medio), mientras que VOX se escorará a posiciones todavía más excluyentes equiparando toda la inmigración para ganarse el voto de los españoles más etnicistas.
La gran paradoja, por tanto, se vislumbra en un futuro escenario de coalición. Un eventual gobierno conjunto del PP y VOX quedaría atrapado en la contradicción de sus propias estrategias: el PP, apostando por la selectividad cultural, y VOX, por la exclusión absoluta. Cualquier concesión de uno hacia el otro sería interpretada como una claudicación y debilidad ante su electorado, transformando lo que era una grieta terminológica en las redes en un pulso político real e insoluble. El "hispanchismo", por tanto, no es solo un insulto en una guerra cultural, es el espejo de una tensión estratégica que redefine los límites y las alianzas en la derecha española.

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