Mi padre era un ser maravilloso.
Mi padre me pegaba.
Mi padre jugaba con nosotros
después de volver del trabajo cansado y no le importaba hacerlo a nuestro
nivel.
Mi padre era colérico.
Mi padre era cariñoso y colmaba
de amor.
Mi padre tenía la mano ligera si
hacía algo considerado inapropiado.
Mi padre es una persona a la que
no echo de menos, porque siempre la tengo presente, solo se echa de menos a
aquellas personas que olvidamos a ratos
Soy padre, tengo claro lo que me
llenó y lo que me rompió el alma. Tengo claro que no pondré la mano encima a
mis hijas porque sé de primera mano lo que eso conlleva. Tengo claro que voy a
jugar con ellas, que voy a ponerme a su nivel y que no les va a faltar cariño,
porque también sé lo que eso conlleva y significa.
Y sin embargo, precisamente tengo
un vacío a la hora de gestionar actuaciones que sé cómo mi padre habría
resuelto, y tengo ese vacío porque aunque sé cómo no voy a hacerlo, no siempre
tengo claro cuál es la alternativa mejor.
Sí, he leído, he hecho cursos, he
visitado y visito profesionales que me dan guías, pero la sensación de andar
sobre el alambre en medio de la oscuridad, con suerte alumbrado por la luz de
una vela tambaleante, sin cuerda de seguridad ni red, no sabiendo si lo haces
bien o siquiera si estás yendo en la dirección adecuada genera angustia.
Y me he dado cuenta de que, en
las relaciones con otras personas nos pasa algo parecido, tendemos a repetir
los modelos observados, los modelos vividos. Con suerte lo que hayamos podido
aprender relacionándonos con las iguales desde que somos pequeñas. Pero ahí
donde encontramos un vacío referencial de cómo interactuar con el otro perdemos
la orientación, no nos encontramos, nos podemos perder y perder a esa persona.
Y no, no se trata de santificar
ni condenar nada, se trata de intentar comprender. ¿Comprendo a mi padre? Sí,
entiendo que fue el producto de una época y unas circunstancias (nació en
1927), comprendo por qué actuó así, no entiendo que no se diera cuenta de que
me rompía el alma cuando me pegaba, máxime cuando era también capaz de dar lo
mejor que un hijo puede tener de un padre.
No considero tener ningún trauma
y si pongo en la balanza sus cosas buenas y las malas, pesa más el lado de
cosas buenas. Siendo optimistas puedo decir que su forma de ser me ha hecho
pensar y razonar e intentar racionalizar muchas cosas. En última instancia,
aunque sea por oposición, me gustaría pensar que soy (o intento ser) mejor
persona.