Hace ya tiempo cometí una torpeza a la hora de hacer un
comentario en un artículo de Tierra de Barrenaus sobre religión. Fue un
comentario torpe porque fue breve y ciertamente parecía destinado a tocar las
narices en lugar de intentar aportar algo. La contestación que obtuve digamos
que estuvo a la altura de lo que escribí.
De todas formas me sirvió para reflexionar y pensar sobre
mis propias creencias y las ajenas. Partamos de la base de que soy deísta. Creo
que existe algo más allá de la muerte, sé que no tiene ningún sustento
científico pero eso no me impide que sienta y viva algo especial. Sé que lo que
siento no deja de ser una respuesta programada por una genética y una cultura
determinadas, pero es algo que hace que la vida (inane de por sí, originada por
la pura casualidad) tenga un sentido y una belleza especiales. Creo que
nuestras consciencias, puras reacciones químico-eléctricas, tienen una
continuidad, pienso que esa energía eléctrica (registrada en los
electroencefalogramas) se transforma en algo diferente cuando morimos. No creo
en la imagen del alma con alitas y aura, considero que pase lo que pase con
nuestra consciencia muy difícilmente se podría describir con palabras. Tengo la
creencia que todas esas almas se juntan en algo comunitario. Eso es lo que yo
denominaría Dios. Un Dios que no interfiere con los humanos, que de ninguna de
las maneras creó el mundo o el universo, antes al contrario es un Dios “a
imagen y semejanza” del ser humano, pero precisamente porque ha sido creado por
la consciencia existencial de los miles de millones de humanos que nos han
precedido. Nuestras consciencias pasarán a estar en conexión con el universo,
comprendiéndolo y formando parte de su inmensidad. Iluminación.
Sé que todo esto es indemostrable. Pero sé que este tipo de
pensamiento mágico es una de las cosas que nos hace humanos. No todos los seres
humanos han de experimentar mi placidez cuando me siento en conexión con la
naturaleza o en paz con el universo. No existe una sola manera de ser persona,
pero el pensamiento mágico-religioso es una faceta más y no podemos negar que
nos ha conformado como especie y al menos de momento, no pienso renunciar a
ella.
¿Existe Dios? Me importa tres carajos, hablamos de lo que
siento y me ayuda a ser feliz y me ayuda a estar en paz ¿por qué habría que
renunciar al mismo? Las ideas las he expuesto para mostrarme, todo lo ridículo
que algunos quieran ver, pero feliz y lo que es más importante, sin molestar a
nadie y sin querer convencer al contrario de mis ideas particulares. Y por
supuesto sin negar ni cuestionar los avances y descubrimientos científicos, de
hecho soy un apasionado de la ciencia y leo cuanto puedo.
¿Existe el amor? Es decir, existe en algún lugar del
universo algo que podamos decir: esto es el amor, lo podemos medir, lo podemos
estudiar en una situación neutra, podemos repetir los resultados, podemos ver
su “poder”… No, el amor no existe, y sin embargo muchas somos capaces de sentir
algo que llamamos amor, algo que nos mueve, por el que hacemos cosas ilógicas
(podríamos traer los problemas que tenía la mente vulcaniana de Spock para
entender el amor).
El amor existe como una serie de respuestas genéticas,
sociales e históricas que comúnmente aceptamos y que, todo sea dicho de paso,
bien llevado nos ayuda a llegar a la paz y la felicidad, al menos en mi caso.
El amor por una pareja, por unos padres, por una mascota, al amor platónico
hacia algún amigo, la pura amistad…
Y sin embargo se podría luchar fervientemente contra la idea del
amor. En nombre del amor se han hecho y se hacen auténticas barbaridades. Hoy
en día en el Estado español mueren muchas mujeres por un malentendido amor. Me
arriesgaría a apostar a que hay más víctimas (habría que añadir suicidios por
desengaños o enfermizas relaciones de amor-odio en las familias que terminan
trágicamente, o simplemente de qué se llenan las consultas de psicólogos de
personas traumatizadas por distintos amores) por el amor que por los
ultracatólicos o los ultramusulmanes…
Y no veo la beligerancia que sí que existe contra la
religión. Ojo, que no me parece mal la beligerancia contra los imbéciles
cristianos, deístas, musulmanes o new age que pueblan el mundo. Pero no me deja
de parecer en muchas ocasiones un exceso comparado con otras invenciones y
convencionalismos genético-social-históricos como pueda ser el “amor”.
Quizá sea porque la fe, como el amor, solo la entiende quien
la ha sentido. Y la mayoría somos capaces de sentir amor (en sus infinitas
variantes) pero quizá no haya tanta gente que sienta la fe. Si hubiera un 30%
de la población que nunca hubiera sentido lo que llamamos amor, la beligerancia
contra el mismo sería mucho más alta. La conclusión es que la patología del
amor está mucho más extendida que la fe y que los publicistas del amor son
mucho más eficientes que los apologetas de la fe.
En el mundo hay muchos creyentes y muchos ateos y la mayoría
de ambos grupos van a su bola. Unos creen que los otros son unos chalados
adoradores de sombras y los otros consideran que es una pena que los ateos
lleven una vida tan “vacía”.
Y luego están los integristas (en este caso prácticamente
todas en el bando de la religión) y los predicadores, que en este caso se
reparten a partes iguales y que en mi opinión se retroalimentan y que solo
convencen a los que ya están convencidos o a los que se quieren dejar
convencer.
Los argumentos científicos dicen que lo más probable es que
no exista Dios y que la peña deje de preocuparse por el más allá y se preocupen
por el más acá. Los “argumentos” de las religiones establecidas suelen ser en
muchas ocasiones de risa… En otras ocasiones los argumentos tienen algo más de
peso y enjundia.
Yo aquí recurriría de nuevo a Los Simpsons y establecería
una ley de alejamiento entre ciencia y religión, que cada cual se preocupe de
lo suyo y que se dejen de dar la brasa. A los predicadores religiosos les diría
que se dedicaran a solventar problemas más serios que el intentar convencer a
quien no le interesa si existe algo más allá y a los predicadores del ateísmo les
diría que aunque tengan razón en sus planteamientos iniciales que no se vayan a
creer ahora los nuevos mesías, porque excesivo proselitismo en sus ideas se
podría confundir con la fe de los predicadores del otro lado y es que a veces
los extremos de la herradura terminan estando más cerca el uno del otro de lo
que se piensan.